LANDON ODLE / PATRICIA MAMPEL -. Al principio de la cuarentena fueron muchas las personas que prometían terminar esa novela que llevaban años ideando. O a, por fin, aprender a tocar esa guitarra acumulando polvo en el rincón de la habitación. Grandes planes destinados a hacerse realidad… si al menos tuviesen el tiempo necesario para hacerlo. Ocho capítulos de Tiger King, decenas de pedidos a Glovo y miles de memes después, la mayoría sigue con aquellos grandes planes pendientes.
Sin embargo, sí hay personas que han dedicado este tiempo a llevar a cabo alguno de esos grandes planes: Tres chavales barceloneses han aprovechado la cuarentena como nadie. Para Rai Benet, Guilem Boltó y Klaus Stroink, tres músicos que comparten piso, la cuarentena les ha traído algo muy inesperado. Contra todo pronóstico, este virus les ha llevado al estrellato.
En los primeros días de cuarentena los tres se juntaron en su terraza acompañados por unas cervezas frías y una guitarra. Su intención era pasar el rato. Y así, entre sorbo y sorbo, crearon la primera canción: “Coroñao”. Una melodía con aires brasileños y letra liviana sobre la vida en tiempos de cuarentena. La publicaron sin ninguna expectativa más allá que la de divertir a sus amigos y entretener a los fans de sus otros proyectos musicales (Benet y Stronik tocan con el grupo Buhos, y Boltó en el grupo Doctor Prats). Pero un “like” del cantante canadiense Michael Bublé cambió todo. Se desencadenó la euforia. Una ola de comentarios y reenvíos les acabó otorgando reconocimiento en países de todo el mundo. Hoy más de 300 mil instagrammers han hecho clic en “follow”. 300 mil seguidores desde aquel primer tardeo de birras y guitarra en la terraza de su piso del Eixample.
Siguieron produciendo otras confination songs (una mal anglicismo de la palabra confinamiento) cada día continuado con la misma fórmula: una melodía desenfadada y ritmo medio reggae, juntado con letras refiriéndose al Covid-19 pero escrita con el fin de animar a los oyentes encerrados en sus casas. Toda la música se hace solo con una guitarra, un cubo que sirve de tambor y tres voces. Cuentan siempre con el apoyo de un invitado, que suele aparecer en el puente, transcurridos dos tercios del tema. Artistas reconocidas como Sílvia Pérez Cruz, Judit Nedderman o Nil Moliner han colaborado hasta ahora. Cantan mensajes de esperanza y buen rollo con títulos como “OK to be alone” o “Gotta be patient” entre las más populares.
En una entrevista a Vanity Fair aseguran que lo más importante es “que estas canciones nos sirvan para mantenernos ocupados, porque los tres somos músicos”. El resto les ha venido como una mera “terapia social”. Una manera curiosa de describir apariciones en programas de cobertura nacional como Late Motiv con Andreu Buenafuente, y hasta de perfiles en publicaciones extranjeras como The New Yorker. Incluso Carles Puigdemont ha compartido alguna de sus creaciones.
Y es que todo apunta a que su fama no será efímera: En menos de una hora vendieron todas las entradas para su primer concierto en vivo el 31 de julio. Más de 1000 personas acudirán a ver a estas estrellas del confinamiento que cambiarán su terraza del Eixample por el escenario de la mítica Sala Apolo.
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